martes, 11 de agosto de 2009

Tanto ruido y al final, tan solo el fin... (J. Sabina)

11-08-2009
Hoy le he dicho que, por favor, me ahorrase el espectáculo de volver a verle sufrir. Y me repito que por fin salió su última sombra de mi vida. Que volveré a entenderme mejor con lo que sienta. Que no tendré que dedicarle nuevos insomnios. Que ya no buscaré sentidos a los puzles de las horas que conseguía pasar sin pensar en él. Que finalmente es lo que él decía, nada tengo que ofrecer que le pueda servir.
Y queda como si siempre hubiera tenido la razón. Aunque siento que yo jamás podré verlo así. Y me pregunto cuándo será que dejaré de presentirle, de dedicarle los mejores momentos de un bolero, de permitirme su nostalgia cuando encienda la luz del cuarto por la noche.
Si al menos pudiera pensar que estará más feliz. Que se me escapa el sentido de todo esto. Que es cuestión de crecer y de aprender. Pero sólo siento la vida mala, fea, oscura, gratuitamente dolorosa. Dominado por el melodrama, le veo tirarse por su precipicio, atontado en las miserias que se le antojan insoportables, incapaz de adivinarse dentro de unos meses… de nuevo tocando fondo. No puedo volver a ver eso. No soy fuerte ni para hacerle la miserable compañía de una oreja que no aspire a convencerle de lo mucho que se confunde. Sentimientos por obsesiones, necesidades por amores, ansiedades por promesas…
Porque quise ser demasiado para él cuando me pedía tan poquito. Quise ser primero compañía, cariño, luego apoyo, amante, consuelo, ilusión de un amor más rico, para después conformarme con confidente, muleta, contraste y memoria de su corazón absurdo… quise serlo mientras anhelaba convertirme en el mejor sentido de su historia sin rumbo. Y ahora ya nada. Los únicos papeles libres no los puedo soportar. Y fracaso por gusto, en una historia en la que nunca tuve oportunidad, en la que no cumplí las expectativas que yo era el único que tenía.
A ratos me gustaría ser más tonto, inconsciente, inconsistente, embrutecido… siento que nos entenderíamos mejor. Pero no me lo creo ni yo.
Dicen que cuesta más olvidar las historias que nunca llegaste a poder vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya ves que sigo tu "diario", rebosante de tristeza. Tengo una frase escrita que quiero repetir, porque hablas de eso: "No existe más amor que el imposible. Y es fácil distinguirlo. No se olvida."
Sigue siendo cierta. No se olvida. Pero sí deja de hacer daño. El único inconveniente es que no se sabe hasta cuándo hay que esperar. Si supiésemos la fecha en que el dolor caduca todo sería más fácil. Sólo habría que sentarse a esperar... contando días.
Como no lo sabes, espera con la certeza de que ha de llegar. Ocurre siempre.
Alejandro Céspedes.